domingo, 16 de abril de 2017

Epistemología para la praxis gerencial en el siglo XXI.

 

    
     Los albores del siglo XXI han traído consigo un escenario global caracterizado por vertiginosos avances en el campo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) y, asimismo, por la aplicación de éstas en todas las estructuras sociales; no obstante, a la par de este desarrollo tecnológico digital se presentan, en este escenario, coyunturas críticas producto de factores de orden económico, político y social que lo convierten en un entorno espaciotemporal complejo, dinámico, inestable e incierto. 
     Este periodo histórico, definido como la era o <<sociedad del conocimiento>>, ya visionada por el sociólogo Peter Drucker en la década de los años sesenta del siglo XX, ha incidido en el surgimiento de nuevas cosmovisiones y renovadas perspectivas de hibridación tecnológica-humanista para la comprensión de la realidad global imperante, las cuales buscan posicionar al conocimiento como un activo intangible que constituye el núcleo medular más significativo con el que cuentan las sociedades, y sus instituciones, para la resolución de problemas y el alcance del desarrollo sostenido, considerando, a su vez, como factor primordial a la sapiencia humana para hacer uso oportuno de la TICs, y obtener, así, su máximo provecho, debido a que la tecnología, por si sola, no resuelve los problemas propios a la contemporaneidad del tercer milenio.
   En este sentido, las organizaciones, entendidas como sistemas abiertos que se encuentran en permanente interacción con el ambiente que les rodea, no están exentan de la influencia tecnológica digital y de factores que caracterizan a este macrocontexto, convirtiéndose en un tópico de interés creciente, en el ámbito gerencial del siglo XXI: el cómo lograr que las organizaciones alcancen niveles superiores de productividad en este escenario altamente competitivo e incierto.
   En el campo organizacional, esta nueva cosmovisión del mundo ha incidido en procesos de cambios y transformaciones para la praxis gerencial, valorizándose a la perspectiva estratégica de la gestión del conocimiento, y el consecuente aprendizaje organizacional que genera en todos los niveles de la estructura organizativa, por posicionar, protagónicamente, al conocimiento y al capital intelectual como los principales activos con el que cuentan. 

En este contexto, la epistemología para la praxis gerencial en el siglo XXI, comporta una nueva lógica paradigmática basada en una visión estratégica desde la perspectiva de la gestión del conocimiento, la cual debe constituir una práctica intraorganizacional que redimensione todos los procesos mediante la <<captura, distribución y uso efectivo del conocimiento dentro de una organización.>> (Davenport, 1994; citado por Lara y Román, 2014; p.4).
     Desde esta perspectiva gerencial, para que las organizaciones del siglo XXI sean productivas, no sólo se debe considerar la adaptación a su entorno sino que, por igual, debe responder a sus propias condiciones internas, siendo capaces de solventar los problemas de la labor no manual a través del conocimiento (Echevarría, 2015). Por ello, con la visión hacia lo interno de la organización, dentro de esta praxis gerencial, para el alcance de la eficiencia se abren espacios para la autonomía responsable del trabajo, se establece una comunicación permanente entre sus miembros y se promueve el aprendizaje organizacional. En este sentido, las organizaciones que se proyectarán en el futuro serán aquellas que descubran cómo aprovechar la capacidad de aprendizajes de todos los actores organizacionales (Senge, 1990).
     Asimismo, para que la praxis gerencial en el escenario del tercer milenio, caracterizado por la inestabilidad y la incertidumbre, tenga garantía de procesos eficaces e incida en el aprendizaje organizacional, debe considerar las fases de diagnóstico, definición de objetivos, producción, almacenaje, circulación y medición como un ciclo permanente de la gestión del conocimiento a lo interno de los procesos, asegurando, con ello, que los conocimientos generados en cada fase puedan ser reutilizados en procesos futuros, convirtiéndose el conocimiento en el eje fundamental de sostenibilidad y el mayor exponente del valor añadido de una organización. (Esbrí, 2013).
     Por todo lo antes expuesto, constituyendo el conocimiento el capital más valioso con el que cuentan las organizaciones en esta centuria caracterizada por una hibridación tecnológica-humanista, las organizaciones deben exigirse un proceso de transformación paradigmática que las dirija hacia la gestión del conocimiento para lograr, así, adecuarse a los cambios y avatares que les imponga el entorno.
     Para ello, los actores organizacionales, que constituyen el talento humano y principal elemento potenciador del conocimiento organizacional, conjuntamente con las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs), herramientas indispensable para alcanzar la eficiencia en el contexto globalizado, se interrelacionarán desde una visión holística, constituyendo el corpus de la inteligencia organizacional, la cual permitirá aplicar innovación en los procesos y, por ende, hará factible incrementar la productividad, competitividad, rentabilidad y sostenibilidad futura de las organizaciones.
REFERENCIAS 
 

Echevarría, R. (2015). La empresa emergente, la confianza y los desafíos de la transformación. Disponible: http://www.bibliopsi.org/docs/materias/obligatorias/CFP/trabajo/filippi/Practicos%20Trabajo%20Filippi%20(1)/Echeverria%20-%20La%20empresa%20emergente.pdf. [Consulta: 2017, abril 08].
Esbrí, V. (2013). Knowledge Management. [Texto en Línea]. Disponible: http://edu.tauniversity.org/editorial/knowledge-management. [Consulta: 2017, abril 08].
Lara, J. y Román, G. (2014). Gestión del conocimiento a través de un modelo e relación de ciencia, tecnología, innovación y educación en Instituciones de Educación Superior. Caso: Universidad Tecnológica de Bolívar – Cartagena, Colombia. Disponible: file:///C:/Documents%20and%20Settings/Wayuu.PERSONAL-D5AFB6/Mis%20documentos/Downloads/1086%20(3).pdf. [Consulta: 2017, abril 07].
Senge, P. (1990). La quinta disciplina. Disponible: http://www.jmonzo.net/blogeps/laquintadisciplina.pdf. [Consulta: 2017, abril 07].

Concepciones y Paradigmas. Aportes al Conocimiento Científico




     El natural decantamiento histórico del pensamiento humano nos ha aproximado a nuevas dimensiones del quehacer humano que han permitido consolidar una visión interpretativa de la teoría y praxis del conocimiento desde su génesis hasta la actualidad. 
Una aproximación al discurrir histórico de las concepciones científicas nos sitúa en el escenario europeo de principios del siglo XIX y mediados del siglo XX, y conllevaría el análisis documental, revisión de aportes filosóficos y perspectivas epistemológicas que contraponen sus visiones científicas y se corresponden con las necesidades del tiempo histórico en el que surgieron y se desarrollaron. Dar una mirada acuciosa a este recorrer científico significa, posiblemente, hacer un ejercicio de comparativas que nos permita analizar aspectos, motivaciones y las perspectivas modélicas que les inspiraban.
La Europa del siglo XIX abrigó una perspectiva epistemológica que se fundamentó en el racionalismo, el empirismo, el cientificismo y el monismo materialista. Estos enfoques del pensamiento científico, lejos de mantener posturas irreconciliables, coincidieron en concebir una actitud científica y filosófica que, inspirada en las nociones de Descartes sobre el dualismo absoluto entre mente y materia, se sustentó en la constatación y verificación científica de las realidades objeto de estudio, la experiencia sensitiva, la cuantificación estadística de datos y la lógica formal. De esta manera, el positivismo de la mano de autores como Saint-Simón, Auguste Comte, John Stuart Mill y Herbert Spencer, entre otros, consolidó una visión relativista respecto a la realidad de los fenómenos objetos de estudio y, por otra parte, otorgó atributos -de permanente dinamismo- a todo aquello que, en principio, se presentaba como un fenómeno homogéneo e indefinido. 
Este criterio científico sería desarrollado por Auguste Comte, al advertir que el estudio de los fenómenos obedecía a un proceso de diferenciación de sus partes y de elucidación de las manifestaciones que, en consecuencia, son propias a los fenómenos. De esta manera, la concepción positivista se nucleó, filosófica y científicamente, alrededor de una visión evolucionista, empirista, agnóstica y reduccionista para abordar los fenómenos que componen la realidad humana.
Al intentar develar algunos rasgos de la epistemología positivista, y sus consideraciones filosóficas, debemos hacernos a la idea que esta concepción reivindica y reposiciona a la ciencia como único sendero posible para la comprensión de los fenómenos naturales y sociales que bordean la vida humana. Para ello, se consolidó el método científico positivista como único medio cognoscitivo capaz de identificar, describir y solucionar los problemas reales de la humanidad; postura científica que conllevaba el confrontar cualquier visión idealista y espiritualista de la realidad y presuponía considerar a la verificación empírica como único soporte de la racionalidad científica para acceder al conocimiento <<verdadero>> y dar significado a la realidad.
El surgimiento de las ciencias sociales en el siglo XIX, y su alforja de estudios sobre la realidad humana,  provocaron controversias razonables sobre la validez objetiva de adaptar la concepción epistémica y la praxis metodológica de las investigaciones en ciencias naturales en estudios relacionados con las ciencias sociales. Este suceso no es un dato menor, será el desencadenante histórico de la confrontación de dos concepciones científicas. Una de ellas racionalista, determinista y naturalista y la otra, con mayor acento en los significados de la relación sujeto-entorno y de criterio científico contrastable. Esta confrontación epistemológica desabrochó el debate sobre la conveniencia del estudio de la realidad socio-histórica y cultural mediante métodos transpuestos desde las ciencias naturales y exactas.
La atmósfera epocal que nos hace transitar entre los siglos XIX y XX, propició así el surgimiento de cambios paradigmáticos que antagonizaron con los presupuestos de la ciencia tradicional y los métodos de investigación basados en la validación del conocimiento científico mediante la instrumentación mecánica de recursos investigativos más asociados con el ámbito de las ciencias naturales. Esta situación provocó, sin lugar a dudas, el desarrollo de otros tipos de racionalidades, paradigmas y alternativas epistémicas que permitieron la conquista de otros terrenos del conocimiento.
En este contexto, la concepción Postpositivista, alrededor de la cual se nuclearon una serie de pensamientos científicos, representó una zigzagueante línea de cambios respecto a la actitud filosófica y la conveniencia de criterios científicos para abordar el estudio de la realidad. Esta perspectiva científica, que se abre paso hacia finales del siglo XIX y alcanza su cenit en el siglo XX, asume de suya la improbabilidad de alcanzar una comprensión total de los fenómenos, por considerar que la capacidad cognoscitiva y sensorial humana es imperfecta y la naturaleza de los fenómenos, en esencia, está condicionada a múltiples variables; sin embargo, la perspectiva postpositivista condiciona el estudio de los fenómenos de la realidad humana a una especie de objetividad regulada, a la tradición y comunidad crítica y la relación dialógica entre investigador y fenómeno, para aproximarse a la obtención progresiva del conocimiento.
Por otra parte, la concepción postpositivista se desmarca de preconceptos, se deshace de algunos presupuestos heredados y reconoce los límites que impone el propio raciocinio humano, al encarar la situación o fenómeno objeto de estudio bajo criterios de lógica empírica e inducción probabilística. En este orden de ideas, la concepción científica postpositivista propone una línea de investigación en donde la observación se convierte en un instrumento de aproximación al fenómeno objeto de estudio, las hipótesis investigativas se ven despojadas de los prejuicios mentales y, a su vez, esta concepción científica se anima a transitar un recorrido metodológico que permita validar o rechazar los hallazgos investigativos.
Esta nueva estructura del pensamiento científico surge a partir de las obras de autores como Husserl, Webber, Popper, Lakatos y Kuhn; sin embargo, es en los postulados de “La Concepción Científica del Mundo” del Círculo de Viena y en la obra de Ludwig Wittgenstein en donde el postpositivismo comienza a estructurar su postura epistémica, al establecer un orden relacional entre los significados y los contextos donde acaecen los fenómenos. Wittgenstein establece que los significados se forman en las circunstancias que son propias a determinados entornos, por tanto no conservan demarcaciones exactas sino, por el contrario, contextuales.
Atendiendo a estas consideraciones, la perspectiva postpositivista se centra preferentemente en el sujeto y en el estudio del fenómeno en el marco de aquellos intereses, valores, actitudes y creencias que son propios a los actores que participan de la realidad estudiada.
Esta es una diferencia sustancial entre el Positivismo y el Postpositivismo, pues en el ámbito postpositivista se hace imperante la interacción dialéctica entre el investigador y el fenómeno objeto de estudio, para poder aproximarse al conocimiento. En otras palabras, se valoran todos aquellos aspectos, incluso al investigador, en tanto son elementos que construyen una realidad y se distancia -el postpositivismo- de la visión escolástica positivista cuyos fundamentos se basaron en nociones más periféricas de la realidad humana y sus fenómenos.


Hacia la coda final de esta narrativa, nos aproximamos a un constructo: todos los fenómenos del mundo físico y metafísico están colmados de significados y, en función de esta condición natural, justifican por sí mismos, cualquier intencionalidad investigativa para aproximarse a la comprensión de la realidad humana.  











REFERENCIAS

Briones, G. (1996). Epistemología de las Ciencias Sociales. Bogotá: ICFES. Epistemología: El Postpositivismo. (2015). Disponible: https://gabinetefilosofiapracticamsn.wordpress.com/2015/01/30/epistemologia-el-post-positivismo/ [Consulta: 2017, abril 15]

Kolakowski, L. (1981). La Filosofía Positivista. Madrid: Cátedra.

Lenoci, M. (s/f)  Neopositivismo y filosofía analítica. Disponible: http://www.mercaba.org/VocTEO/N/neopositivismo.htm [Consulta: 2017, abril 16]

Martínez Miguélez, M. (1999). La nueva ciencia: su desafío, lógica y método. México: Trillas.